Valparaíso.- Bajo el sol de abril, la comunidad de San Mateo en Valparaíso se vistió de fiesta para honrar a uno de los suyos.
Don Víctor Blanco, con la humildad de quien ha dedicado su vida al campo y a la charrería, recibió emocionado el reconocimiento de sus paisanos mientras los Regionales de Valparaíso se alzaban con la victoria al acumular 349 puntos, superando a Hacienda de Guadalupe Nuevo León (312) y Herradura Villa de Cos (249).
«No creo que sea para tanto», comentó con una sonrisa tímida mientras se acomodaba el sombrero.
«Hay muchos mejores, no hay que echar tanta salsa a los tacos», insistió Don Víctor con esa sencillez característica de los hombres de campo.
El lienzo retumbaba con los aplausos de quienes han sido testigos de su dedicación por casi cinco décadas.
Entre ellos, sus hijos, que ahora continúan su legado sobre los caballos, intercambiaban miradas de orgullo mientras su padre recordaba sus inicios.
De necesidad a pasión
«Mi papá se dedicaba al campo, a la crianza de ganado. Me enseñó las artes desde chico, como necesidad, como un trabajo», relató a NTR Deportes con la voz entrecortada por la emoción.
Sus manos, curtidas por el sol y el lazo, descansaban sobre sus rodillas mientras evocaba aquellos primeros días en que la charrería era más supervivencia que deporte.
«Yo iba a Zacatecas y veía las charreadas… ahí me nació», compartió con la mirada perdida en el ruedo, como si pudiera ver a aquel joven que en 1979 decidió formar parte oficialmente de un equipo.
El lienzo charro de San Mateo, testigo de incontables historias, vibró con el sonido de espuelas y cascos durante toda la jornada.
Los rostros de los asistentes reflejaban la misma pasión que Don Víctor ha sabido transmitir a lo largo de los años.
«Es un monstruo la gente, todos los capistas», mencionó refiriéndose a los desafíos de formar y mantener un equipo en una región donde el talento abunda pero los recursos escasean.
Un legado vivo
La emoción de Don Víctor era contagiosa mientras señalaba con orgullo a los jóvenes charros: «Ya muchas veces les digo, ya pasó mi época, pero ahora nuestros hijos ya andan ahí».
Su voz, mezcla de satisfacción y nostalgia, resonaba entre los presentes que asentían reconociendo el valor de mantener viva la tradición.
«Me da mucho gusto que vengan a homenajear a mí, pero yo les digo que no solo yo, sino todos», insistió mirando a sus compañeros de tantas aventuras, esos que han estado «unos llegan, otros se van» durante estos 47 años de trayectoria.
Superando obstáculos
El camino no ha sido fácil para el equipo de San Mateo.
El año pasado lograron clasificar a competencias nacionales, un hito en la historia de esta pequeña comunidad.
«Nunca me he pasado y me siento poco suerte. Gracias a Dios pasamos», confesó Don Víctor, revelando la humildad con la que asume los logros.
La pandemia interrumpió brevemente su participación en torneos, pero no logró apagar la pasión.
«En el 20, el año pasado sí, me siento poco suerte», recordó, mezclando fechas con esa imprecisión propia de quien ha vivido tantas experiencias que ya se confunden en el tiempo.
A pesar de las dificultades económicas y logísticas que implica mantener viva la charrería en comunidades rurales, Don Víctor nunca dejó de creer en el potencial de su gente.
«Tenemos un caballito y nuestros hijos ya andan ahí», dijo con orgullo, reflejando cómo con pocos recursos pero mucha determinación han logrado hacer historia.
Una familia charra
La charreada en San Mateo no es solo un evento deportivo, es una reunión familiar extendida.
«Yo en la charrería, mis hijos, mis viejos, mi gente pues, mis sobrinos, mi hermano», enumeró Don Víctor, destacando cómo este deporte tradicional ha unido a su familia a través de las generaciones.
Su hijo menor comparte equipo con él, mientras que los mayores «charran en otros equipos… ya en otro nivel, en otro profesional», mencionó con un destello de orgullo paternal en los ojos.
El futuro de la tradición
Al finalizar la charreada, varios jóvenes se acercaron a estrechar la mano de Don Víctor. «Gracias por enseñarnos», le dijo uno. «Por usted seguimos aquí», añadió otro.
El rostro curtido del viejo charro se iluminó con una sonrisa mientras el sol comenzaba a ocultarse tras los cerros de Valparaíso.
La fiesta continuó hasta entrada la noche, con música de banda y platillos tradicionales que complementaban la celebración.
Don Víctor, rodeado de amigos y familia, observaba con satisfacción cómo su pasión había germinado en terreno fértil.
«Lo más bonito es ver que esto sigue, que no se acaba con uno», reflexionó mientras contemplaba a las nuevas generaciones convivir alrededor del ruedo.
«La charrería es México, es nuestra identidad. Mientras haya niños montando caballos en San Mateo, nuestras tradiciones están seguras».
Así, entre aplausos, abrazos y lágrimas de gratitud, se escribió un capítulo más en la historia de este apasionado promotor de la charrería, dejando claro que su legado, como el atardecer, tiñe de colores el futuro de este deporte nacional en San Mateo.