Miénteme un poco o la utilidad social de la mentira
Aunque pareciera que regularmente, ante las grandes preguntas se busque encontrar verdades, lo que probablemente más bien se pretenda es encontrar respuestas. Por fortuna, las religiones, las disque variopintas ideologías políticas y todos esos otros debatibles ismos desechables es casual y precisamente lo que ofertan.
Y es que, al parecer ante la cochina duda, es preferible encontrar respuestas sólidas y convincentes, aunque sean de a mentiritas. Que si esta vida no es la buena sino la que sigue, que si el gobierno considera primero a los pobres o que se critica mejor tras máscaras académicas son discursos que quizá no sean verdad, pero que les tiran a esas tan codiciadas respuestas. Y vamos, seguramente a nadie le va a gustar enterarse que cree en mentiras, pero pues cada quien, ¿no?
Además de servir para pecar también a veces las mentiras quizás sirvan para proteger porque como que la realidad presentada así de pronto, cruda, oscura y sin aderezar no resulta tan atractiva. Los mercachifles, politiquillos y en general todos los engañabobos hacen uso de mentirosas artimañas para volver atractivos sus productos. Qué son las mentiras piadosas sino controles de daños.
A los restaurantes, bares, hoteles y tiendas, además de acudir a comprar comida, tragos, estancias y tiliches también se acude a comprar mentiras. Bienvenido, está usted en su casa, lo estábamos esperando, ya lo extrañábamos, nos encanta su presencia, es un gusto poder atenderlo. La verdad es que nadie lo trata tan bien, por eso aquí sí deja propina. Qué bonito es sentirse importante, aunque sea de a mentiritas.
La sinceridad está sobrestimada. Es mentira eso de que para distinguir a un mentiroso hay que verle la nariz, eso se aprende de niños cuando, igual que estando borrachos, se puede atesorar la verdad. Los mentirosos andan seguros por la vida pregonando respuestas que inventaron y que, en el mejor de los casos, terminaron por creerse.
Es mentira que te miento cuando digo la verdad. La efectividad de una mentira no permite dudas. Esta vida no importa tanto porque habrá otra, elegimos gobiernos con democracia y la conciencia de clase quita lo bribón. Nadie se salva de las mentiras, porque la verdad dejó de ser importante desde hace mucho.
Se atesora la novedad, aunque sea falsa. La verdad es tediosa, aburrida y plana. Quién pidió verdades para desayunar. La cruda realidad les llega a los borrachos cuando se les baja el falso elixir de la mentira, cuando entonces se podía decir pura verdad.
En los exámenes no se debe de mentir porque eso es trampa, menos todavía si son exámenes de sangre u orina. Luego habrá que conectar un aparatito que mida cambios de pulso, temperatura y detecte cualquier reclamo de conciencia al responder. No vaya siendo usted un actor profesional, un resignado marxista o incluso hasta un político profesional, si es que eso pudiera existir.
No vaya siendo usted artista, pintora, fotógrafo o hasta poeta y se invente mentiras del tamaño necesario para maquillar la realidad, esa sincera pero fea que nunca suena como un concierto de jazz y no se ve tan estrellada de noche.
Quién está dispuesta a soportar la verdad y en todo caso, para qué tanta violencia. No habría que mentirle al médico, al psicólogo ni al fisco de ahí en más, todo es verdad si no se demuestra lo contrario.
Entonces qué estará pensando usted queride lectore, el mundo es blanco o negro, somos buenos, somos malos o no somos, nos vamos a salvar o a condenar: pues pueque eso sea lo de menos. Quizás no sea verdad que las mentiras importen menos que las verdades, peor aún si dan certezas.
Lo que importa es no ver al mundo tan gacho como aseguran los médicos, los psicólogos o los marxistas que es. Cada quien sus faltas al octavo mandamiento y cada quien su búsqueda de respuestas. En una de ésas y esta vida no sea la buena, sea posible la democracia y sea mejor creer en cualquier mentira en lugar de no creer. En una de ésas y habrá que pensarle antes de volver a pedir: nomás no me eches mentiras.